La modernización tributaria propuesta por el gobierno ha resultado ser polémica. En general, hay acuerdo sobre la contribución del proyecto a una mayor eficiencia económica. No obstante, se le critica que -por la reintegración- tendría efectos regresivos. Despejar esta crítica es importante, porque solo así se logrará la certeza jurídica necesaria para que el planteamiento produzca en plenitud los frutos que se pretenden.
No obstante lo anterior, el proyecto tiene varias características que contribuyen a la equidad económica en forma positiva y significativa. En materia de equidad horizontal, la reintegración propuesta igualará la tributación de las rentas del capital y del trabajo, lo que ciertamente es deseable. Además, como lo explicara en una columna anterior, grava más a los que consumen más (extraen recursos de la economía) que a los que ahorran más (dejan recursos en la economía para crecer y generar empleos), lo que también parece ser justo. Y en lo que a equidad vertical se refiere -aquella que más preocupa a la oposición-, en el peor de los casos, no la altera.
En efecto, la reintegración no modifica -si es que los agentes re-invierten o no- el valor presente ex-ante de la renta bruta (previa al pago de impuestos) atribuible anualmente a las personas. Eso sí, en el caso que algunos reinviertan y otros no, las rentas se distribuyen -para los efectos de la tributación- de una manera distinta a lo largo del tiempo, pero sin afectar, ex-ante, ni el valor presente de los ingresos, ni aquel de los tributos sobre la renta.
Es por eso un error comparar -como se hace habitualmente para juzgar la progresividad del sistema tributario- la tributación anual sobre la renta total de una persona de ingreso medio, con aquella sobre la renta distribuida anual de una persona de alto ingreso. Correcta e intertemporalmente medida, con o sin reintegración, la progresividad viene dada por la tabla de tasa del impuesto global complementario, que el proyecto, entiendo, no modificaría.
/Escrito por Rolf Luders para La Tercera